lunes, 21 de octubre de 2013

La España guay


En los últimos años ha alcanzando cierto predicamento la idea de que el avance del nacionalismo en España se debe en parte a que nadie le ha presentado nunca batalla ideológica ni de ningún tipo. Y bien está. Pero antes de que el asunto se convierta en trending topic, convendría analizar algunos detalles de una dejadez que parece ya estructural e incurable, porque al final da la sensación de que sí, se admite el hecho, pero todo el mundo quiere quitarse el muerto de encima.

Que los partidos políticos de ámbito nacional han estado siempre más cómodos pactando con el nacionalismo “moderado” que combatiéndolo es algo que ya nadie discute a estas alturas del partido. Que la izquierda más radical  y no tan radical se ha dedicado, más que a pactar, a colaborar indisimuladamente en todos los intentos de destrucción de España, tampoco. Lo que quizás sí ha pasado más inadvertido y es objeto de no pocas reacciones airadas cuando se plantea directamente es la desidia, el desconocimiento y el sentimiento de superioridad moral que buena parte de las elites españolas han mostrado siempre hacia el nacionalismo, tal vez porque nunca les ha tocado sufrirlo o tal vez porque la España guay ha decidido que le resbala todo y que el cinismo es la única actitud a la altura de su intelecto. La historia, además, está repleta de ejemplos en los que ese cinismo ha ayudado a la democracia a imponerse a la tiranía, como sabrán.

Hablamos de esa España guay que se ríe de determinados periodistas y pensadores catalanes que llevan toda la vida enfrentados al nacionalismo, pero al parecer no tienen ni puñetera idea de lo que es. Esa España guay que todo lo soluciona con la sublime sentencia de que no hay nada más español que los nacionalistas, dicho con la complacencia y el orgullo de quien ha descubierto la pólvora. Realmente no hay nada más español que lo español, vive Dios. Pero la España guay podría pasarse la noche y parte del día redescubriéndolo entre retruécanos, alegorías y gintónics en el bar de una señora maciza o de algún amigo de la infancia, lo que en su momento vista más, como si con ello resolviese todos los enigmas del mundo e incluso del más allá. 

La España guay cree también que lo de los catalanes es solo cuestión de “pasta” (en eso coincide con el resto de las Españas posibles, hay que decirlo) y que el catalán medio es un cobarde que no se atreve a oponerse a la oligarquía nacionalista: para eso están ahí ellos, enfrentados al mundo, pletóricos y quijotescos, aunque nadie conozca cuál es el “precio” que han pagado por tanta audacia y rebeldía.

La España guay es, en suma, otra de las decenas de Españas que no ha comparecido, con el agravante de que encima quiere hacer ver que sí lo ha hecho mientras afea a los demás su conducta. O sea, eso tan español (y no acabaríamos nunca). Encontrar a un español que se tome en serio la amenaza totalitaria del nacionalismo es cada vez más como buscar una aguja en un pajar. Quizás porque aún es más difícil encontrar a un español que se tome la propia España en serio. Solo la ineptitud de los nacionalistas y la irrealidad, incluso superior a la de la España guay, en la que viven, han hecho que no estemos peor. Pero empieza a ser inevitable plantearse si, realmente, no lo merecemos.

9 comentarios:

  1. Magnífico, Vichyn. Cada día más lúcida, esplendente.

    Elías

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  2. Muy interesante y muy lúcido. Ahora bien creo que cada día que pasa más españoles se toman en serio la idea de España y el peligro que supone el nacionalismo separatista. Enhorabuena.

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  3. Enhorabuena por lo que has escrito. Creo que la frase "aún es más difícil encontrar a un español que se tome la propia España en serio" es uno de los mayores problemas que tiene este país hoy en día, y quizá por eso nos merecemos muchas de las cosas que nos están sucediendo.

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  4. Es nuestro sino. La desidia y la ignoracia como caldo de cultivo de la infame (e insolidaria) sociedad española (con o sin fervor patriótico). La falta de empatía, entendimiento,'fraternidad'... entre las distintas regiones (Ni hay, ni hubo café para todos) con la consiguiente 'guerra de pobres', nos ha llevado ante un panorama preocupante y con dificil solución para todas las partes.

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