Por Nigromante Apresurado
Una de las causas que más han
favorecido la formación de la burbuja nacionalista en Cataluña ha sido la
inestimable colaboración del adversario por incomparecencia. Las causas por las
que el espectro político y social no nacionalista ha estado sumido durante
treinta años en una pasividad sumisa y
fatalista frente a la audacia temeraria de un nacionalismo cada vez más agresivo
y el abandono incomprensible del Estado merecen un profundo estudio
psicoanalítico. Por eso resulta mucho más sorprendente la existencia de todo un
sector de “equidistantes”, cuando para estar en medio hacen falta dos bandos, y
en este caso bando solo ha existido uno, el del nacionalismo que ha ido
cumpliendo todas sus hojas de ruta, devorando cada vez más terreno político, mediático y social, y ocupando
el vacío que le han ido dejando todos los demás.
Los equidistantes, provenientes
muchos de sectores progres y de retórica blandamente izquierdista, ecologista y demás variantes
ideológicas igual de cool y amables, se han definido como una tercera vía
frente a las opciones separatista y española. Su tarea: hacer que España fuera
de alguna manera menos España para que el nacionalismo se sintiera cómodo y
pudiera llevar a cabo su programa de máximos y de ingeniería social sin tener
que pasar por la independencia. Cambiar una franja roja de la bandera nacional
por otra morada y que así quede menos española, colaborar en la prohibición
selectiva de la tauromaquia, apoyar la celebración de una consulta ilegal y
unilateral y decir no querer la independencia (¿para qué demonios organizar
entonces semejante consulta? ¿por qué no organizarla entonces también para
Soria o para el Bierzo?), o hablar de un estado federal cuando el estado de las
autonomías ya lo es son solo algunas de las ocurrencias de todo este sector
dedicado en cuerpo y alma a apaciguar a un nacionalismo cada vez más agresivo,
crecido y exigente.
De este sector tan guay provienen
lemas tan absolutamente guays y líquidos como ellos “peor que los separatistas
son los separadores”, como si existiera algún grupo nacionalista mesetario defendiendo la expulsión inmediata de
Cataluña, con sus editoriales conjuntos y sus multas lingüísticas, por ser
demasiado liberal y democrática. O esa monada tan entrañable de “yo soy
ciudadano del mundo” ¡¡¡Yo también quiero tener esa nacionalidad mundial con el
pasaporte arcoíris y mandar a tomar por saco esto tan rancio de ser español y
por lo tanto ciudadano de la UE!!!
Esos sectores tan equidistantes
ellos, obsesionados por caer en gracia al amo nacionalista, por no ser
confundidos con españoles y por lo tanto con franquistas torturadores de
animales, que incluso gobernaron en tripartito junto con el partido del que
colocó a Cataluña al fin en el mapa del terrorismo, para que ETA matara solo
más allá del río Cinca, siguen en su confusión. Siguen hablando de choque de
trenes cuando aquí solo hay un tren a punto de descarrilar, siguen hablando de
cerrazón de las dos partes y de diálogo cuando no hay diálogo posible con quien
solo entiende la negociación como chantaje permanente y pulso constante a la
legalidad y la legitimidad de un estado que busca destruir, siguen pensando que
la deriva separatista se debe al facherío de Rajoy, cuando la realidad es que el
PP está renunciando una vez más a dar una batalla política seria y argumentada
al nacionalismo más allá de alguna bochornosa arenga sentimental de puertas
afuera, mientras intenta quitarse el problema de encima en secreto cediendo algún tipo de compensación fiscal, como
premio de consolación para los nacionalistas por si les viene en gana meter en
un cajón este quebradero de cabeza de la independencia durante un tiempo.
Este es el panorama: quien
debería defender la idea de España contemporizando a la defensiva y quienes
deberían defender la libertad y el pluralismo de la Cataluña real asumiendo
como propios todos los clichés de la propaganda nacionalista e intentando hacer
aparecer como moderación y voluntad de diálogo lo que no es más que debilidad y
sometimiento a un nacionalismo envalentonado y desbocado.
Pues sí, hay una enorme responsabilidad de la izquierda en todo este proceso. Y es que, además de creer que jaleando el independentismo se alejan de la idea de España, algunos ingenuos creen que esto es una especie de revolución romántica, de país sometido que lucha por su libertad, como si fuera una tribu de yanomamis y no una de las regiones más ricas del sur de Europa. Claro que la derecha tampoco ha hecho absolutamente nada. Un desastre.
ResponderEliminarY con el error histórico de traspasar a los nacionalistas las competencias en educación y cultura esto no tiene vuelta atrás. Yo no le veo solución.
Yo creo que sí que la hay. En el fondo no tienen nada más allá de su chiringuito de poder mafioso y el humo de su propaganda constante, todo tan fácil de desmontar como como un castillo de naipes, si hubiese voluntad política, primero combatiéndolo desde Cataluña y segundo no torpedeando esa lucha desde el poder de Madrid. Y se puede hacer.
EliminarEl asunto es que hay que hacerlo. No queda otra. Independientemente de las consecuencias, el no-nacionalismo tiene que expresarse, hacerse oir, además de organizarse, y profundizar en sus argumentos teóricos. No es solo rechazar, que también, la mitología nacionalista. Es también defender el Estado y la Constitución como elementos positivos, necesarios, compartidos, y no solo por interés, sino por principio. El asunto no es si a Cataluña le irá mejor económicamente dentro de España y la UE que fuera y en conflicto permanente, o no. Es una cuestión de principios y de decencia política. De lealtad, de libertad, de multilateralismo, de aceptar la realidad y la época que vivimos. Cataluña es una de las regiones más desarrolladas de España económica y socialmente (aunque no la más, eso también es mitología nacionalista)Es una región urbana e industrial, formada en su mayor parte por inmigrantes y sus descendientes. Su capital es la segunda ciudad de España y hasta hace 50 años era la primera. Y todo eso ha pasado después de 1714. En 1713 Cataluña era un principado periférico, poco poblado, relativamente aislado, con unas instituciones arcaicas y medievalizantes, frente a una Castilla imperial y culturalmente brillante, frente a una Valencia que era la gran ciudad mediterránea española. Todo lo que Cataluña es ahora lo es como parte de España, lo ha conseguido dentro de España, lo ha conseguido después de los decretos de Nueva Planta, con el absolutismo y con las constituciones liberales, con la república, con el franquismo y con la democracia. Negar eso es negar 300 años de historia de Cataluña que son los mejores, los más fecundos y prósperos que ha tenido la región en su historia. La Cataluña de 2013 solo comparte con la de 1713 el nombre. Todo lo demás es delirio nacionalista.
EliminarAbsolutamente brillante, amigo Nigromante Apresurado. Me quito el sombrero.
EliminarMe voy a sonrojar...
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