sábado, 10 de agosto de 2013

A l'escola, en català


Prácticamente todo lo que se podía decir en contra de la inmersión lingüística en Cataluña ya lo expuso Félix Ovejero en EL PAÍS hace algunos meses. En su brillante artículo, Ovejero desmonta una a una todas las razones del nacionalismo, que podrían resumirse en el respeto a la identidad catalana, la eficacia pedagógica, la cohesión de la sociedad, el consenso (político y social) y la baja demanda de escolarización en español.

Demostrada la falsedad de todos esos argumentos, me detengo en la cuestión del consenso social que parece existir en torno a la escolarización solo en catalán, porque conduce inevitablemente a plantearse ciertas preguntas, como por qué en una comunidad donde el catalán no es hablado (y mucho menos escrito) de forma mayoritaria ha cuajado con tanto éxito la inmersión lingüística en las escuelas. Es decir, cómo tantos padres han podido renunciar de buen grado a que sus hijos se escolaricen en su lengua materna, lengua oficial en todo el Estado y uno de los idiomas más hablados del mundo. La respuesta parte probablemente de uno de los argumentos nacionalistas que apunta Félix Ovejero.

De todos ellos, es el de la cohesión y la “integración” que supuestamente asegura la inmersión el que más ha conectado con la población castellanohablante, más por necesidad que por convicción, después de décadas apartada de la administración, los medios y en general la elite catalana por no dominar la lengua de Pompeu Fabra. En una sociedad como la española, donde buena parte de población tiene como máxima aspiración ser funcionario, el catalán (y cualquier lengua autonómica exigida para acceder a la administración) se revela como un mecanismo proteccionista de primer orden y da una ventaja competitiva a quienes han estudiado en Cataluña frente a quienes no lo han hecho. El certificado de nivel C, que es el que permite acceder a prácticamente cualquier oposición en Cataluña, es otorgado inmediatamente a quien acredite que se ha escolarizado íntegramente en catalán hasta un determinado curso, sea cual sea el nivel real de dominio de la lengua. Cualquiera que haya estudiado aunque sea un solo curso fuera no tiene de serie ese certificado y debe examinarse para obtenerlo. La inmersión otorga pues algo que pocos de esos inmigrantes alojados en barracas alrededor del Llobregat pudieron soñar: un privilegio para sus hijos frente a otros españoles y una posibilidad de acceder a la elite. Poco importa si en el camino se excluye de procesos selectivos a gente con más talento por el simple hecho de haber estudiado en Murcia. Quienes en un momento dado tomaron la difícil decisión de dejarlo todo e irse a trabajar a Cataluña han recibido ya su premio.

No es de extrañar pues que una mayoría haya acogido con entusiasmo un mecanismo proteccionista, que en nada beneficia a la lengua (que “inexplicablemente” sigue experimentando un imparable retroceso), pero sí a los habitantes de Cataluña. “La gent fa el que pot”, decía mi ex profesor Joan Manuel Tresserras, y no se le puede exigir que no aspire a vivir de la mejor manera posible. Exonerar a la población no exime sin embargo a los poderes públicos del Estado de su responsabilidad de acabar con una práctica discriminatoria, ilegal y manifiestamente injusta, ni a quienes no estamos de acuerdo con ella, de denunciar su carácter perverso como mejor podamos o sepamos.

Como señala Ovejero, el castellano es la lengua de uso mayoritario en Cataluña en todos los índices: lengua materna, lengua inicial, lengua de identificación y lengua habitual. Así lo certifican todos los estudios publicados al respecto, incluidos los de la Generalitat, tan aficionada a cocinar estadísticas. En nuestro entorno más inmediato, que no es otro que el de la civilización, no existen casos de exclusión de la lengua mayoritaria como lengua vehicular en la educación básica. Tampoco parece que haya casos en las democracias cercanas en que la lengua mayoritaria de un territorio no sea oficial, como pretende la presidenta de Òmnium Cultural, Muriel Casals, o la Assemblea Nacional Catalana, ese organismo fantasma que de repente nos gobierna con mano de hierro tras pasar con nota el aval democrático de una manifestación y la verificación del recuento de los Mossos d’Esquadra. Cataluña no tiene para justificar su legislación un solo referente en su amada Europa, el espejo de libertad y bienestar al que se mira mientras se esfuerza por dejar atrás sus vínculos con la oscuridad de la meseta.

Fuera de todo, al margen de la legalidad que rige en España, en Europa y en el mundo civilizado y contraviniendo todas las recomendaciones de la UNESCO, Cataluña enarbola no obstante la bandera de la democracia y la modernidad a través de un grito, “a l’escola, en català”, que se ha convertido en punta de lanza de la futura Cataluña independiente. Solo en una sociedad que se ha resignado a tragarse la mentira por pura supervivencia puede aceptarse semejante delirio como un camino a la libertad. Tal vez en tomar conciencia de dirigirnos a una sociedad cerrada, contraria a todo lo que nos rodea y sin futuro en el mundo actual, empiece el cambio.

10 comentarios:

  1. No te puedes ni imaginar la pena que me ha dado leer tu carta. Y que no cites elementos básicos, como que el catalán está en precario en su propia tierra, donde TODO EL MUNDO conoce y usa el castellano y en cambio NO TODO EL MUNDO conoce y usa el catalán. Y que para la inmensa mayoría de los catalanoparlantes las 2 lenguas son absolutamente intercambiables, al revés la proporción es muchísimo menor. Y que si no se protege el catalán con la inmersión lingüística, muchos niños no serán bilingües. Y que la inmersión lingüística se aprobó en el Parlament con el consenso prácticamente absoluto en 1.983. En 2.008 (25 años después ¡¡¡) el PP se salió del consenso, ellos sabrán por qué motivos. Hablas de Europa pero tampoco citas que el Parlamento Europeo siempre ha avalado la inmersión lingüística.
    Toda tu carta destila una bajísima estima por la lengua catalana, y eso es lo que más pena me da.

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    1. Le recomiendo la lectura de esta entrevista que me acaban de pasar para que entienda que no es la inmersión la que asegura el bilingüismo y el correcto dominio de una lengua (a la vista están los resultados de la inmersión en cuanto a competencia lingüística en catalán de los alumnos y al claro retroceso del catalán), sino la escolarización en la lengua materna, que es lo que garantiza el correcto aprendizaje de cualquier otra: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20111223/54243263213/ingernenkvist-de-un-buen-profesor-no-te-olvidas-jamas.html

      Por lo demás, creo que no tiene argumentos para atribuirme esa poca estima al catalán de la que habla.

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    2. Una cosa son las declaraciones políticas del Parlamento Europeo. Y otra las recomendaciones de los comités de expertos del Consejo de Europa:

      http://www.vozbcn.com/2008/12/12/5608/consejo-europa-tumba-inmersion/

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  2. Señor Marina, aquí el único que ama el catalán es usted y los independentistas. Además, ¿cómo podría demostrarse lo contrario? ¿con un análisis de sangre, quizás? Amo la inmersión lingüística. Me parece un sistema pedagógico collonut. De éxito, dicen. Pues para usted. Yo prefiero que las dos lenguas sean vehiculares. Y si eso me hace amar menos al catalán a sus ojos tendré una pena mu grande el resto de mis dias, pero sobreviviré.

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  3. “Creo que es justo decir también que el derecho a la lengua materna es un derecho del hombre, un requisito pedagógico de la máxima importancia. Cambiar de lengua en la niñez dificulta extraordinariamente la capacidad del niño. Nosotros nunca vamos a obligar a ningún niño de ambiente familiar castellano a estudiar en catalán”. (Ramon Trías Fargas, CiU, Comisión Constitucional, debate sobre el art. 3 CE, 1978).
    Sí, no, sí, no, depende... como para fiarse de los nacionalistas y su criterio.

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  4. Quizás algún día entiendan que no se trata de lenguas, sino de libertad. De que el amor a una lengua, a una tierra, a una identidad no puede estar por encima de la libertad individual de los demás.
    El estado debe ser laico en cuanto a religión y en cuanto a identidades. Si hay dos lenguas oficiales, la educación debe poder ser en ambas lenguas. Es tan de sentido común que solo desde la ofuscación que provoca el nacionalismo en mentes por lo demás racionales, se puede entender tanta ignominia.
    De todos modos sabemos que junto con la lengua, se somete a los niños en la escuela pública catalana a toda una inmersión en la mitología nacionalista, siendo la lengua solo uno de sus símbolos. Una manera como otra de ejercer el poder, de demostrar quien manda, de marcar territorio. Y de adoctrinar a las futuras generaciones en el proyecto de ingeniería social más ambicioso en Europa occidental desde 1945.
    Como siempre los nacionalistas acabarán matando aquello que dicen defender, acabarán creando una reacción en contra de la imposición que acabe definitivamente con lo que han querido preservar de una manera tan artificial y autoritaria.

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  5. También habría que decir que si bien la inmersión facilita que muchos castellano-parlantes de Cataluña puedan hacer carrera dentro de la burocracia autonómica, de hecho les convierte en analfabetos funcionales en su propia lengua materna. El tener acceso en las redes sociales a la expresión escrita de tantas personas está demostrando que muchos jóvenes catalanes que oralmente dominan el castellano por ser su lengua materna, apenas son capaces de escribirlo sin plagarlo de confusiones y errores ortográficos derivados de la inmersión en la otra lengua. No saben hablar correctamente la lengua impuesta y no saben escribir correctamente la propia. Excelente negocio.
    Las élites nacionalistas sin embargo seguirán a lo suyo. Sus hijos dominarán el catalán, el castellano, el inglés y lo que haga falta. Para eso está la escuela privada y los campamentos de verano en Boston.

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  6. El primer comentario de Nigromante es para enmarcar.

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    1. Todos los que ha hecho en el blog hasta ahora. En los comentarios del primer post hay lecciones magistrales. Absolutamente soberbio.

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